|
Ilustración de Rosa Osuna |
Querid@s Amig@s del Cuento:
Durante el mes de noviembre he disfrutado de todo un "maratón cuentero", pues he tenido la ocasión de contar varios días por diversas bibliotecas de Sevilla con el ICAS (Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla). ¡Ha sido una experiencia intensa y gratificante! Durante esas jornadas he puesto en pie sesiones de narración oral para públicos de edades muy diferentes (bebés, niños y adolescentes) y, como es lógico, de intereses también dispares. Es fantástico comprobar cómo la narración de cuentos y leyendas y el canto de melodías y poemas es algo que nos interesa a todos. ¡Da igual la edad!
Estos días de diciembre voy a contarle cuentos a mi abuela.
Casualmente hoy leía en una revista un artículo sobre la soledad de nuestros abuelos, sobre su indefensión y el dolor al que se enfrentan a veces. A simple vista parece que hay todo un mundo que nos separa de los bebés y sin embargo nos acercamos a ellos con alegría. También parece haber un mundo que nos separa de los ancianos, pero a menudo nos cuesta acercarnos del mismo modo. Los bebés nos recuerdan la curiosidad, la energía vital desbordante y el deseo de descubrir y experimentar. Los ancianos por el contrario, nos recuerdan que la energía vital se va terminando, que nuestra curiosidad por lo que nos rodea se va reduciendo y que nuestro cuerpo comienza a no responder a nuestros deseos. Sin embargo, creo que esa vida que llevan sobre sus hombros merece ser escuchada.
Curiosamente, un bebé y un anciano con discapacidad tienen bastante en común. Precisan de otras personas para sus necesidades básicas (aseo, movilidad, alimentación...). Tienen unos sentidos que no funcionan al cien por cien de su capacidad, unos sentidos que podríamos denominar "selectivos". Por último resaltaría la gran sensibilidad que comparten por cuanto les rodea, esa genuina capacidad de disfrutar de placeres sencillos como un aroma reconfortante, una flor, un sabor familiar, un tacto cálido, una música inspiradora... Ojalá cada vez haya menos barreras que nos separen de nuestros mayores. Ojalá que todos compartamos el mismo mundo.
Estos días de lluvias torrenciales que invitan a resguardarse en el calor del hogar, recuerdo que los ancianos son nuestros genuinos contadores de historias, los portadores de los aciertos y los errores de cada generación, de la sabiduría y la idiotez humanas. Estos días de tormentas eléctricas que me muestran lo pequeños que somos frente a la Madre Naturaleza, pienso que deberíamos honrar en vida los cuerpos encorvados de nuestros mayores, su voz rasposa y su mirada profunda. De más joven me aburría con las "batallitas" de mi abuela. Ahora desearía que pudiese contarme al menos una.
Y todo esto que aquí os relato, queridos Amig@s del Cuento, nace del deseo de compartir esta experiencia única que es contarle cuentos a mi abuela.
Por cierto, os recomiendo encarecidamente la lectura de "Abuelos", álbum ilustrado de Chema Heras y Rosa Osuna editado por Kalandraka, que resume con gran sensibilidad y talento cuanto os he relatado en esta entrada.
Un abrazo