Formulo
una pregunta a mis dos acompañantes (adultos sin discapacidad
intelectual) acerca de la película que acabamos de ver: ¿Era lo que
esperábais?
La
respuesta de ambos se centra en describir algunas de las escenas que
más les ha gustado y elaborar una sinopsis.
Sin
embargo, esa no ha sido mi pregunta.
Mi
pregunta era acerca de si la película había cumplido las
expectativas de cada uno. Vuelvo a formularla: ¿Ha cumplido vuestras
expectativas?
A
mi juicio, el tráiler de la película prometía una profundidad en
el desarrollo del tema principal que finalmente no se cumplía, ya
que se centraba más en el episodio que desencadena la conclusión de
la misma, dejando sin resolver las preguntas iniciales que planteaban
al espectador.
Por
esta razón no había cumplido mis expectativas.
Puedo
estar equivocada en mi respuesta. Por ejemplo, resulta ambigua al no
explicitar cuáles son esas preguntas iniciales. Además le falta
mucha más argumentación, ejemplos, etc.
Sin embargo, yo he respondido a la pregunta.
Ahora bien...
¿Es eso realmente cierto?
¿Cuáles eran mis expectativas reales? ¿Conexión intelectual? ¿Emocional? ¿Ambas?
¿Eran mis expectativas realistas? ¿O estaba ignorando las necesidades propias?
Este
tipo de situaciones me han llegado a exasperar mucho.
Por ejemplo, cuando señalaba la pregunta en cuestión que no había sido
respondida (o que yo creía que no había sido respondida), podía recibir el siguiente comentario:
-Te
tomas las cosas demasiado literalmente.-
No
es cierto.
Sólo
me gusta saber qué me están preguntando y qué me están diciendo.
Me incomoda lo confuso que puede llegar a ser un discurso o un
diálogo. No entender puede ser muy estresante. También puede serlo
entender algo opuesto a lo que tu interlocutor quería comunicarte.
Conozco
las sutilezas del lenguaje.
Cuando
se utilizan para añadir misterio y belleza al mismo me encantan.
Disfruto
del baile de las palabras, sus giros y volteretas inesperadas. Este
juego puede ser muy divertido, hacer gozar a los interlocutores e
incluso crear obras de arte.
A
veces, en cambio, estas palabras entre dos aguas se usan para
insinuar lo que uno no se atreve a decir a la cara.
Hay
verdaderos expertos en este tipo de comunicación y de este modo
opinan, coquetean... o humillan e insultan.
Aunque
se oculten entre las frases frondosas de su pensamiento o entre la
selva de su malediciencia, la intención y el mensaje está ahí.
Intacto. Dispuesto a ser desentrañado.
Otras
veces, este mensaje está doblemente codificado con el uso de unos
gestos por parte del emisor, que pueden apoyar el significado o
contradecirlo, pudiendo provocar una gran confusión en el receptor
o, por el contrario, ayudarle a vislumbrar el contenido.
No
olvido que el proceso de comunicación es muy complejo y transmitir
con claridad un mensaje puede ser una tarea ardua y a veces casi
imposible.
A
menudo no nos entendemos no porque haya una mala intención en alguna
de las partes en ser crípticos o sibilinos, sino que sucede que
somos dos personas muy diferentes, con unos niveles de abstracción
distintos o, sencillamente, porque no hablamos el mismo lenguaje.
Podemos estar hablando la misma lengua, pero podemos no hablar el
mismo lenguaje.
¿Cómo
comunicarme con mis alumnos con discapacidad intelectual para que el
contenido de mi mensaje sea claro?
¿Cómo
formular las preguntas para provocar que piensen?
¿Cómo
lograr que se atrevan a construir una respuesta propia, no
estereotipada?
¿Qué
debo y qué no debo hacer para lograr estos objetivos?
¿Dónde situarme yo?
¿Cómo comunicarme... sabiendo que me estoy comunicando?
Me
siento profundamente agradecida a cada uno de mis alumnos de Danza Mobile porque
gracias a ellos cuestiono mis propias capacidades de comunicación, así como
cada prejuicio y preconcepto que llevo a cuestas.
Estoy
cuestionándome, sí.
En
mi comunicación diaria, desde la más cercana a la más lejana.
Desde la más sencilla a la más compleja. ¿Qué me quiere decir
esta persona? ¿qué quiero decir yo?
¿O tal vez no quiero decir
nada?
"Sembremos cuentos entre todos, sembremos cultura."